viernes, 29 de septiembre de 2017

Escribir bien y ser felices

¿Por qué es útil y necesario saber escribir bien?

En primer lugar, porque alguien que se siente seguro de sí mismo vive más feliz. Se enfrentará a una pantalla (lo del papel blanco ya es una antigüedad) sin temor y vivirá la experiencia de la escritura con placer, o por lo menos, sin dolor. En la vida laboral y personal tendrá que escribir con límite de caracteres, en páginas institucionales, chats, redes sociales, a organismos públicos, bancos, empresas, jefes, subalternos, colegas y clientes, en una infinidad de contextos y situaciones.

En segundo lugar, porque quien sabe cómo escribir tiene confianza en sí mismo y, por lo tanto, enfrenta la relación con el otro desde una posición de fortaleza y no de debilidad. Alguien que sabe escribir siente que su mensaje va a ser bien recibido, aun cuando tenga que quejarse o decir algo desagradable. Y si escribe un mensaje agradable y claro, predispondrá de manera positiva al lector y es más probable que este haga lo que le pide (si se trata de un pedido).


Sin embargo, ¿qué quiere decir que un texto sea “agradable”? Entre otras cosas, que el lector no detecte errores. Cuando se lee un texto con faltas de ortografía, hay algo que rechina, a veces hasta pueden surgir incontrolables sentimientos negativos de intolerancia y rabia. A lo mejor exagero, pero ¿a quién no le pasó? No seré la única a quien le dio bronca ver un cartel publicitario con un error de ortografía y pensar “con la plata que gastan en publicidad y la cantidad de gente que lo leyó, ¿será posible que nadie se haya dado cuenta?”.


Para escribir de manera agradable y clara hay que conocer las normas y ese conocimiento nos hace más libres. ¿Por qué? Porque si las conocemos y decidimos por algún motivo no respetarlas es una cosa: somos libres de elegir qué hacer; pero si no las respetamos porque las ignoramos, es otra cosa: no somos libres, no decidimos nada.


Veamos un ejemplo: la Real Academia recomienda limitar la cantidad de anglicismos y preferir los términos castizos: habría que decir “estacionamiento” en lugar de “parking”. Cada hablante, sin embargo, decide qué palabras en inglés incorpora a su español. A lo mejor, si no sabe muy bien cómo se pronuncian, prefiere evitarlas, para no hacer papelones. Se pregunta: "La palabra 'performance' ¿se pronuncia con acento en la 'o', en la 'a' o en la 'e'?". Ante la duda quizá prefiera “desempeño” o “rendimiento”. Pero si sabe muy bien inglés y le encanta alardear, tal vez prefiera el anglicismo. O decide pronunciarlo más o menos, sin exagerar una fonética perfecta, para no sonar demasiado esnob ni pedante. Todo el tiempo estamos haciendo ese tipo de elecciones cuando hablamos y cuando escribimos, sin darnos cuenta. Cada uno construye su propio idiolecto, su modo personal de usar la lengua.

Si aprendemos a escribir con desenvoltura, este proceso de elecciones lingüísticas será más consciente, más reflexivo. Y si podemos elegir, somos más libres. Y si somos más libres, somos más felices. Por eso es útil y necesario saber escribir bien.