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27 de marzo de 2019, retransmisión de la ceremonia inaugural en la plaza frente al Cabildo |
¿De quién es un Congreso de la Lengua Española?
De todas, todos y todes.
De Mempo Giardinelli, aunque dedique demasiado espacio de su intervención a la causa (para mí, demodé) del castellano
versus el español y de Mempo, Mucci y Moure cuando reclaman mayor y mejor
educación (algo mucho más importante, en mi modesta opinión).
Del ministro Finocchiaro que se fuma,
estoico, el justo rezongo por la desinversión en educación y recita a Miguel
Hernández.
De los grandes ausentes: los
presidentes y ministros de otros países donde habla mos español (sí, es cierto, apreciado Fonderbrider, el rey no va a los congresos de
dentistas ni de tintoreros, porque no promueve tantas inversiones en el campo de la
odontología ni en el de la tintorería; pero nuestros gobernantes latinoamericanos, ni asisten (salvo Macri por ser del país anfitrión) ni invierten ni promueven inversiones en nuestra 👅…
De los funcionarios de
Guinea Ecuatorial (¿cuántos sabrán que también en ese país africano se habla español?), que se distinguían entre la inmensa mayoría de blancas
asistentes.
De las indias con sus llamativas
vestimentas (que me perdonen la culpa que siento por mi ignorancia, por no
saber a qué pueblo pertenecen, porque durante dos siglos de independencia no hubo tiempo de enseñarme algo acerca de los pueblos a los que seguimos ninguneando, discriminando y sometiendo, nosotros, tan democráticos y republicanos, hoy, con modalidades más modernas que las de los colonizadores hace cinco
siglos).
De los empresarios gallegos (que
me disculpen el rioplatensismo los gerentes españoles), los de Telefónica y
Planeta, por ejemplo, y uso a propósito el masculino genérico porque el techo
de cristal que impide que haya más mujeres en cargos directivos en la empresa privada refleja la casa machista en la que vivimos.
Y a esta altura me surgen algunas dudas: ¿Quién financia el Congreso? ¿Cuánto pondrán los gobiernos y las empresas
de los tantos países donde hablamos nuestra lengua? ¿Cuánto pusieron los empresarios
argentinos, los compañeros de colegio, de veraneos en Punta, de
Macri? ¿Y los empresarios uruguayos, peruanos, mexicanos? Temo que las
respuestas desarmarían posturas infantiles que buscan las responsabilidades siempre afuera, en otro lado, en otros siglos, cuanto más lejos, mejor.
Si “ellos” ocupan estos
espacios es porque “nosotros” seguimos dejándolos vacíos. Nos jode que “ellos”
tengan una política lingüística, ¿y “nosotros”? ¿la tenemos?
En Argentina parece que hace
tiempo se dejó de usar el término “castellano” en los currículos (me broto cuando los
educadores hablan de ese espanto lingüístico, “la currícula”, pero eso es otro
tema). Después se usó “lengua” y creo que ahora se usa “prácticas de lenguaje”.
En Uruguay desde hace mucho se habla de "lengua española" en los programas.
¿Será tan importante la lucha por la nomenclatura? El poeta español
Benjamín Prado dijo que le daba igual hablar de castellano o de español. A riesgo de ir contra la corriente (es una de mis especialidades) digo que a mí también, o por lo menos no considero que sea una reivindicación tan importante como otras, mucho más importantes, como la defensa de la educación pública, gratuita y obligatoria.
Si los tan imperialistas y hegemónicos yanquis no tienen
problema en usar el dialecto de Inglaterra para definir a su idioma, no veo por
qué los latinoamericanos tenemos que ser más realistas que el rey…
Hispania era el nombre que le dieron a la actual España (tierra más, tierra menos) los ocupantes romanos. Ellos dejaron entre otras cosas el latín, origen de la lengua que hoy hablamos,
después de muchas hibridaciones (sobre todo con el árabe, que se habló durante
siglos en buena parte de esos territorios). Los castellanos y los aragoneses, con más poder económico y político que
los andaluces (que habían sido recientemente "liberados" de los musulmanes), los gallegos y tantos otros pueblos de la península, vinieron a
América, "se llevaron nuestro oro y nos dejaron su oro", como dijo Neruda, citado por Villoro.[1]
Ese oro que todavía tenemos
es el español, con nuestra eñe, que ostenta con elegancia su virgulilla (o
sombrerito ondulado); el
español es nuestro, de nuestros pueblos, de nuestras gentes de todos los colores, de embriagantes olores y maravillosos sonidos. Esta es la lengua con la que nos reconocen los extranjeros que hablan
otras lenguas (ya no importa por qué ni cómo se llegó a esto, y serían estériles los esfuerzos por querer imponer la palabra “castellano”,
creo, a tantos millones de habitantes en tantos rincones del mundo). Si el término "español" es hasta más económico que "castellano" (tres sílabas contra cuatro), e incluso más homogéneo desde el punto de vista fonológico (“castellano” tiene muchas variaciones en su pronunciación según
lo diga un español, un panameño o un uruguayo) y con una marca registrada hace siglos: nuestra entrañable eñe. Pero bueno, a veces los latinoamericanos nos perdemos en polémicas inútiles y nos distraemos de las cuestiones verdaderamente importantes...
Lo que no me da lo mismo es
que exista un congreso o que no exista. Con todas sus contradicciones y polémicas, sigue siendo un foro único, un espejo de nuestras
sociedades hispanoamericanas, nos guste o no nos guste lo que vemos reflejado
en este cristal azogado.
[1]
Wikipedia dice lo siguiente: Colón viajó (…) a Portugal, en 1488 (…).
Allí pudo asistir al regreso de Bartolomeu Dias del viaje en el que había
descubierto el cabo de Buena Esperanza. (…) Colón
regresó a Andalucía y le planteó su proyecto al duque de Medina
Sidonia, que lo rechazó, y después a Luis de la Cerda, duque de
Medinaceli, quien se mostró interesado y acogió a Colón durante dos años. (…) Al ser consultada, la reina mandó llamar a Colón y le prometió ocuparse de su
plan tan pronto como terminara la conquista de Granada. El
25 de noviembre de 1491 Granada se rindió a los cristianos. Colón
partió del monasterio de la Rábida (...) y
se unió a la corte en Santa Fe hacia el 31 de diciembre. Se
entablaron negociaciones entre Colón y la Corona por medio de dos
representantes.Según los relatos de Hernando
Colón y de Bartolomé de las Casas, no fue posible llegar a un acuerdo
debido a que Colón reclamaba los títulos de almirante y virrey, por lo que fue
despedido de la corte. Entonces Luis de Santángel, un alto funcionario,
intercedió por Colón ante la reina y se comprometió a adelantar el dinero que
tendría que invertir la Corona en la expedición. La reina cambió entonces de opinión, envió a un
correo a traer de vuelta al genovés y le ordenó a Coloma que aceptase sus
peticiones. El 17 de abril de 1492 alcanzaron finalmente un acuerdo y
se redactaron unas capitulaciones que posteriormente se han denominado Capitulaciones
de Santa Fe.
VIÑETAS CON EÑE
(sintéticas y simbólicas)
Día 1 del VIII CILE, 27 de marzo de 2019
Cola en el baño de mujeres del Cabildo: entra una señora, en Uruguay
diríamos bichicome, en Argentina, linyera, riendo: "Hay un español que
dice concha y concha." Otra señora le explica que se trata de un apellido
español. Nada más apropiado para este congreso, en tiempos de lenguaje
inclusivo y feminista: que el homenajeado se llame de la Concha.
Masiva presencia femenina... en el público del congreso.
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Mucci, Becerra y Garzón alertan sobre tiranía de la inmediatez en los medios, la superficialidad, la dispersión, la atención reformateada, la pobreza de conectores, la adjetivación estereotipada ¡y hasta la predilección de "i" y "l" por falta de espacio!!! (infinita codicia e imbecilidad de quienes persiguen la demanda y ningunean ideas). Bosque, Soriano Ortiz y Noguero (entre otres) promocionan atractivos productos españoles. #PabloAristizabal(emprendedor o creador de historias, dijo) cosecha merecidos aplausos con entusiasmantes propuestas. Toniolo y Dalmagro presentan monumental investigación sobre las hablas de los cordobeses, que suscita sonrisas y prepara para las risotadas que nos provoca el genial Marcos Mundstock (el Luthier presentado cálidamente por Álex Grijelmo). Y eso fue solo una parte de la primera parte del laaargo día. |
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Detalle del interior del Teatro San Martín de Córdoba, Argentina |