viernes, 8 de marzo de 2019

Vieja, negra y extranjera: la primera mujer que votó en Uruguay y en toda América del Sur


Mujer escribiendo, Pompeya


En 1917, en un pequeño país del sur del mundo,  hubo una reforma constitucional que establecía, en su artículo quinto, la separación de la Iglesia Católica del Estado, y que permitía que las mujeres participaran en los comicios.


Así, resulta que la primera mujer que votó en América del Sur, en un plebiscito en un pequeño pueblo del interior del Uruguay, fue una ciudadana brasilera, afrodescendiente, de 90 años: Rita Ribeira. La historia tiene los visos de originalidad típicos de aquel pequeño país. Por empezar, el episodio se desarrolla en un pueblo que se llama Cerro Chato (Uruguay tiene, además, el Arroyo Seco y la Cárcel de Libertad, entre otras muchas bizarrías).
El singular poblado de Cerro Chato se encuentra en el cruce de los Departamentos de Treinta y Tres (sí, sí, en Uruguay también hay un Departamento que se llama Treinta y Tres), Durazno (no comment) y Florida (una toponimia más normalita).


Edificio en Cerro Chato donde votó por primera vez una mujer en Sudamérica.
Dice Wikipedia: “Esta particular situación hace que los servicios se repitan: funcionan tres seccionales policiales, tres juzgados y tres juntas locales, cada una con competencia sobre el área que le corresponde al pueblo, siendo común el planteo de algunos inconvenientes [te creo]”.

En 1927 la Corte Electoral autorizó la realización de un plebiscito para resolver la cuestión de la anexión de las partes del territorio que pertenecían a Florida y a Treinta y Tres al Departamento de Durazno. Podían participar en ese plebiscito “las personas (señalo el cuidado por la elección de un término no sexista) sin distinción de nacionalidad y sexo”; bastaba con ser residente e inscribirse en un registro.

Parece que “la Comisión de Mujeres de Durazno, que realizó una fervorosa campaña electoral a favor de la unificación de todo el territorio para el citado departamento, estaba liderada por Modesta Fuentes de Soubiron, conocida por mantener una áspera polémica con el diario El País de Montevideo, a raíz de una publicación donde se ponía en tela de juicio la capacidad ciudadana de las mujeres y en especial de las de Cerro Chato”.

Votó un 75% de las personas habilitadas y el resultado fue un amplísimo triunfo para Durazno. Wikipedia nos cuenta que “sin embargo, los resultados del plebiscito nunca fueron tomados en consideración por las autoridades de la época, y la iniciativa de anexión se perdió en el tiempo manteniéndose hoy la misma situación que en 1927”, pero eso ya no tiene mayor importancia.

Uruguay tiene una larga trayectoria en cuanto a los derechos civiles: la ley de divorcio es de 1907, en 1913 se agregó la causal “por la sola voluntad de la mujer” y en 1948 se estableció en el Código Civil la igualdad de derechos civiles de hombres y mujeres (si bien algunas diferencias en el Código se mantuvieron durante mucho tiempo).

En 2012 se aprobó la despenalización del aborto y en 2018 Uruguay resultó ser el segundo país con menor mortalidad materna de América, después de Canadá.

A pesar de todo, Uruguay tiene un índice de parlamentarias (18,6%) más bajo que el promedio mundial (22,9%). Para tratar de entender un poco las razones de esta paradoja, encontré estos artículos:



Como se sabe: “hecha la ley, hecha la trampa” y los uruguayos siempre adhirieron a la filosofía de la viveza criolla.

A la luz de toda esta historia, nada mejor que celebrar este 8 de marzo prometiéndonos que siempre y en todos lados (pero más que nunca en este año electoral en el paisito) vamos a estudiar muy bien la integración de las listas, porque a pesar de todo el blablá de la politiquería acerca de la igualdad de género, una lista encabezada por una mujer vale más que mil palabras. Y si en aquel Uruguay de 1927 fue posible que una ciudadana brasilera, negra y vieja fuera la primera mujer en votar en Cerro Chato y en toda América del Sur, no veo por qué no va a ser posible que logremos aumentar, casi un siglo después, ese vergonzoso porcentaje de parlamentarias.