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Mujer escribiendo, Pompeya |
En 1917, en un pequeño país del sur del mundo, hubo una reforma constitucional que establecía,
en su artículo quinto, la separación de la Iglesia Católica del Estado, y que permitía que las mujeres participaran en
los comicios.
Así, resulta que la primera mujer que votó en América del
Sur, en un plebiscito en un pequeño pueblo del interior del Uruguay, fue una
ciudadana brasilera, afrodescendiente, de 90 años: Rita Ribeira. La
historia tiene los visos de originalidad típicos de aquel pequeño país. Por
empezar, el episodio se desarrolla en un pueblo que se llama Cerro Chato (Uruguay
tiene, además, el Arroyo Seco y la Cárcel de Libertad, entre otras muchas
bizarrías).
El singular poblado de Cerro
Chato se encuentra en el cruce de los Departamentos de Treinta y Tres (sí, sí,
en Uruguay también hay un Departamento que se llama Treinta y Tres), Durazno
(no comment) y Florida (una toponimia más normalita).
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Edificio en Cerro Chato donde votó por primera vez una mujer en
Sudamérica.
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Dice Wikipedia: “Esta
particular situación hace que los servicios se repitan: funcionan tres
seccionales policiales, tres juzgados y
tres juntas locales, cada una con competencia sobre el área que le corresponde
al pueblo, siendo común el planteo de algunos inconvenientes [te creo]”.
En 1927 la Corte Electoral autorizó
la realización de un plebiscito para resolver la cuestión de la anexión de las
partes del territorio que pertenecían a Florida y a Treinta y Tres al
Departamento de Durazno. Podían
participar en ese plebiscito “las personas (señalo el cuidado por la elección
de un término no sexista) sin distinción de nacionalidad y sexo”; bastaba con
ser residente e inscribirse en un registro.
Parece que “la Comisión de
Mujeres de Durazno, que realizó una fervorosa campaña electoral a favor de la
unificación de todo el territorio para el citado departamento, estaba liderada
por Modesta Fuentes de Soubiron, conocida por mantener una áspera polémica con
el diario El País de Montevideo, a raíz de una
publicación donde se ponía en tela de juicio la capacidad ciudadana de las
mujeres y en especial de las de Cerro Chato”.
Votó un 75% de las personas
habilitadas y el resultado fue un amplísimo triunfo para Durazno. Wikipedia nos
cuenta que “sin embargo, los resultados del plebiscito nunca fueron tomados en
consideración por las autoridades de la época, y la iniciativa de anexión se
perdió en el tiempo manteniéndose hoy la misma situación que en 1927”, pero eso
ya no tiene mayor importancia.
Uruguay tiene una larga
trayectoria en cuanto a los derechos civiles: la ley de divorcio es de 1907, en 1913 se agregó la causal “por la sola
voluntad de la mujer” y en 1948 se estableció en el Código Civil la igualdad de
derechos civiles de hombres y mujeres (si bien algunas diferencias en el Código
se mantuvieron durante mucho tiempo).
En 2012 se aprobó la
despenalización del aborto y en 2018 Uruguay resultó ser el segundo país con menor mortalidad materna
de América, después de Canadá.
A pesar de todo, Uruguay
tiene un índice de parlamentarias
(18,6%) más bajo que el promedio mundial (22,9%). Para tratar de entender
un poco las razones de esta paradoja, encontré estos artículos:
Como se sabe: “hecha la ley,
hecha la trampa” y los uruguayos siempre adhirieron a la filosofía de la viveza criolla.
A la luz de toda esta historia, nada mejor que
celebrar este 8 de marzo prometiéndonos
que siempre y en todos lados (pero más que nunca en este año electoral en el paisito) vamos a estudiar muy bien la integración de las listas, porque a pesar de
todo el blablá de la politiquería acerca de la igualdad de género, una lista encabezada por una mujer vale más
que mil palabras. Y si en aquel Uruguay de 1927 fue posible que una ciudadana brasilera, negra y vieja fuera la primera mujer en votar en Cerro Chato y en toda América del Sur, no veo por qué no va a ser posible que logremos aumentar, casi un siglo después, ese vergonzoso porcentaje de parlamentarias.