lunes, 15 de enero de 2018

MAYÚSCULA POLÉMICA

En diciembre fui a la Jornada de Actualización sobre la Lengua Española, organizada por el Colegio de Traductores Públicos de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Me sorprendió gratamente la cantidad de participantes, sobre todo jóvenes, que asistió al encuentro un sábado caluroso de mediados de diciembre y colmó la coqueta sala del Instituto Casa de Jesús desde las nueve de la mañana hasta las seis de la tarde.
El encuentro fue conducido con solvencia y autoridad por la académica argentina Alicia Zorrilla, que fue merecidamente ovacionada como una estrella de rock. Aclaro que no es mi intención polemizar con semejante institución viviente, formadora de tantas generaciones de correctores, traductores y profesores de lengua española.
Sin embargo, no puedo evitar notar que, en su reciente Ejemplario sobre el uso de las mayúsculas y de las minúsculas en la Argentina y en el mundo hispánico (Biblioteca del traductor y del corrector, Litterae, dic. 2017, p. 9), la Dra. Zorrilla clasifica las mayúsculas en institucionales, enfáticas, diacríticas, subjetivas y de relevancia, solemnidad o respeto, pero no menciona las mayúsculas de genuflexión (acción de arrodillarse en señal de reverencia o sumisión), que otros lingüistas algunas veces asimilan a las subjetivas y otras veces, a las de respeto.
Decía Magí Camps en un artículo publicado por lavanguardia.es y reproducido por Fundéu (http://www.fundeu.es/noticia/letra-pequena-la-mayuscula-que-obnubila-6189/) en octubre de 2010:
Algo tan simple como una letra capital puede llevar implícita una genuflexión.
En el momento de escribir, fijar una mayúscula es quizá la parte de la ortografía menos clara o más interpretativa, como señala José Martínez de Sousa en la segunda edición de su Diccionario de mayúsculas y minúsculas (Trea). Porque, al fin y al cabo, la diferencia entre nombre común y nombre propio, que es la primera línea divisoria, funciona a gusto del consumidor.
De entrada, los cargos no son nombres propios: presidenta, ministro, alcaldesa, director, consejera… Sin embargo, ¿quién es el guapo que replica a su superior cuando este le dicta una carta en la que quiere que su cargo salga con mayúscula? Mayúscula genuflexiva, reverencial o de respeto, la define el autor.”
Como ejemplo de mayúsculas institucionales, Zorrilla menciona Estado, Gobierno, Ministerio de Educación. Como ejemplo de mayúsculas enfáticas, menciona “El SUSTANTIVO es una categoría gramatical”. Para ejemplificar las mayúsculas diacríticas, señala los siguientes pares de oraciones: “Ingresó en el Ejército./Un ejército de hormigas”; “El Estado argentino es laico./El estado de Michoacán”; “Dios le ha dado a su Iglesia en esta tierra una misión./Construirán una iglesia en el barrio”. Para las mayúsculas subjetivas, propone un fragmento de Saramago (ver p. 10 de la mencionada obra de Zorrilla). Para las mayúsculas de relevancia, solemnidad o respeto cita los siguientes ejemplos: San Francisco, Santa Teresa de Jesús, Santa Iglesia Católica, Fray Mamerto Esquiú, el Clero, el Reino.
Las mayúsculas de genuflexión, como sería de esperar por su denominación, y cuyo uso desalienta la RAE, demuestran que en ciertos temas polémicos, algunos académicos extrahispánicos (o extracomunitarios desde un punto de vista europeo) pueden ser más realistas que el rey 😂.

Sobre lo que probablemente habrá consenso es que las mayúsculas seguirán dando que hablar, y como en casi todo, lo más sensato será adoptar como criterio para su uso el sentido común (a pesar de que ya sabemos que es el menos común de los sentidos), la adecuación al registro y a la situación comunicativa… y la conveniencia.