En
diciembre fui a la Jornada de Actualización sobre la Lengua Española, organizada
por el Colegio de Traductores Públicos de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Me sorprendió gratamente la cantidad de participantes, sobre todo jóvenes, que
asistió al encuentro un sábado caluroso de mediados de diciembre y colmó la
coqueta sala del Instituto Casa de Jesús desde las nueve de la mañana hasta las
seis de la tarde.
El
encuentro fue conducido con solvencia y autoridad por la académica argentina
Alicia Zorrilla, que fue merecidamente ovacionada como una estrella de rock. Aclaro que
no es mi intención polemizar con semejante institución viviente, formadora de
tantas generaciones de correctores, traductores y profesores de lengua española.
Sin
embargo, no puedo evitar notar que, en su reciente Ejemplario sobre el uso de las mayúsculas y de las minúsculas en la Argentina
y en el mundo hispánico (Biblioteca del traductor y del corrector,
Litterae, dic. 2017, p. 9), la Dra. Zorrilla clasifica las mayúsculas en
institucionales, enfáticas, diacríticas, subjetivas y de relevancia, solemnidad
o respeto, pero no menciona las mayúsculas de genuflexión (acción de arrodillarse en señal de reverencia o sumisión), que otros lingüistas algunas veces asimilan a las subjetivas y otras veces, a las de respeto.
Decía
Magí Camps en un artículo publicado por lavanguardia.es y reproducido por Fundéu (http://www.fundeu.es/noticia/letra-pequena-la-mayuscula-que-obnubila-6189/) en
octubre de 2010:
“Algo tan simple como una letra capital puede
llevar implícita una genuflexión.
En el
momento de escribir, fijar una mayúscula es quizá la parte de la ortografía
menos clara o más interpretativa, como señala José Martínez de Sousa en la
segunda edición de su Diccionario de mayúsculas y minúsculas (Trea).
Porque, al fin y al cabo, la diferencia entre nombre común y nombre propio, que
es la primera línea divisoria, funciona a gusto del consumidor.
De
entrada, los cargos no son nombres propios: presidenta, ministro,
alcaldesa, director, consejera… Sin embargo, ¿quién es el guapo que replica
a su superior cuando este le dicta una carta en la que quiere que su cargo
salga con mayúscula? Mayúscula genuflexiva, reverencial o de respeto, la define
el autor.”
Como
ejemplo de mayúsculas institucionales, Zorrilla menciona Estado, Gobierno,
Ministerio de Educación. Como ejemplo de mayúsculas enfáticas, menciona “El
SUSTANTIVO es una categoría gramatical”. Para ejemplificar las mayúsculas
diacríticas, señala los siguientes pares de oraciones: “Ingresó en el
Ejército./Un ejército de hormigas”; “El Estado argentino es laico./El estado
de Michoacán”; “Dios le ha dado a su Iglesia en esta tierra una misión./Construirán
una iglesia en el barrio”. Para las mayúsculas subjetivas, propone un fragmento
de Saramago (ver p. 10 de la mencionada obra de Zorrilla). Para las mayúsculas
de relevancia, solemnidad o respeto cita los siguientes ejemplos: San
Francisco, Santa Teresa de Jesús, Santa Iglesia Católica, Fray Mamerto Esquiú,
el Clero, el Reino.
Las mayúsculas
de genuflexión, como sería de esperar por su denominación, y cuyo uso desalienta la RAE, demuestran que en ciertos temas polémicos, algunos académicos
extrahispánicos (o extracomunitarios desde un punto de vista europeo) pueden ser más
realistas que el rey 😂.
Sobre
lo que probablemente habrá consenso es que las mayúsculas seguirán
dando que hablar, y como en casi todo, lo más sensato será adoptar como
criterio para su uso el sentido común (a pesar de que ya sabemos que es el
menos común de los sentidos), la adecuación al registro y a la situación
comunicativa… y la conveniencia.