martes, 31 de julio de 2018

MARAVILLOSAS MARIPOSAS DEL LENGUAJE





















Fujishima Takeji, Butterfly, 1906 (arriba)

Mensaje para quienes estén leyendo: yo le pondría el siguiente fondo musical a esta entrada, pero si no les gusta el jazz setentoso de Herbie Hancock, pueden salteárselo olímpicamente y no pasa nada.


Chéri Hérouard, 1917 (abajo)


Las palabras aletean con variedad de colores, dibujos y movimientos en cada lengua; evocan diferentes figuras, magias y misterios. Cada idioma imaginó su susurro imperceptible.

Hace mucho que me llama la atención que las palabras que designan al pequeño lepidóptero en las lenguas que conozco sean tan diferentes, sobre todo que no haya ningún parentesco entre las que nombran al insecto en lenguas tan cercanas como el español, el portugués, el italiano y el francés.

Busqué en el diccionario etimológico DCECH Corominas y Pascual, y encontré que la palabra mariposa aparece documentada desde 1400 en canciones infantiles, que decían “María, pósate”. Esa asociación con la niñez y la música no me sorprende en una palabra famosa por poblar un imaginario primaveral idílico. Sí me resulta llamativa la hipótesis “Parece que mariposa siempre ha sido el único nombre de los insectos lepidópteros en castellano, además de ser el exclusivo de este idioma, aunque hay una construcción similar en el nombre de la mariposa en sardo: mariavolavola”.

Corominas y Pascual expresan mi misma sorpresa: “Curiosamente, los nombres de estos insectos en varios idiomas de Europa no son cognados entre sí, tienen formas muy diferentes y en la mayoría de los casos no están relacionados. Así tenemos el portugués borboleta, el francés papillon, el catalán valiaina (aunque la forma más usual es papallona, que sí es cognado del francés), al italiano farfalla, el alemán Schmitterling, el danés sommerfugl, el neerlandés vlinder y el inglés butterfly, por poner algunos ejemplos. Aún más curioso es el nombre que recibía la mariposa en griego antiguo:psyche”.

En el diccionario Treccani, de italiano, se habla de una “etimología incierta: tal vez voz fonosimbólica”. En el Garzanti se repite la duda sobre el origen, aunque se prefiere hablar de posible voz onomatopéyica, que me suena un poco más duro que la más mariposienta “fonosimbólica” (tal vez por la coincidencia de la “f” inicial, como en “farfalla”). El árabe reproduce también esa sonoridad apenas silbada o soplada, en su farasha y el islandés me induce a asociarlo con la “f” de “flor” en su fŏrildi, aunque probablemente no tenga nada que ver: ignoro completamente ese idioma. Podría rastrear algo lúdico e infantil en el indonesio kupu-kupu, el swahili kipepe, el ruso babochka y hasta en el turco kelebek.

El misterio de la transformación de un gusano feo en una criatura de belleza efímera y delicada, de silencioso y elegante movimiento, parece haber suscitado versiones multicolores en las lenguas.

Un compositor italiano se inspira en la historia de una japonesa que se enamora de un estadounidense: según una cierta visión holística relacionada con la teoría del caos, el aletear de las alas de una mariposa en un lugar del mundo (como dice un antiguo refrán chino y parece que los hay para todo) puede causar un efecto mayúsculo en un lugar remoto...


Y entre palabras, música e imágenes, la mariposa se irá alejando, lenta y juguetona.

Quand on veut écrire sur les femmes, il faut tremper sa plume dans l'arc-en-ciel et secouer sur sa ligne la poussière des ailes du papillon.”  (Denis Diderot)

Il faut bien que je supporte deux ou trois chenilles si je veux connaître les papillons.” (Le Petit Prince, Antoine de Saint Exupéry)

Anima mia che metti le ali 
e sei un bruco possente 
ti fa meno male l'oblio 
che questo cerchio di velo. 

E se diventi farfalla 
nessuno pensa più 
a ciò che è stato 
quando strisciavi per terra 
e non volevi le ali.
(Alda Merini)

Chuang Tzu soñó que era una mariposa. Al despertar ignoraba si era Tzu que había soñado que era una mariposa o si era una mariposa y estaba soñando que era Tzu.(Chuang Tzu)