sábado, 21 de octubre de 2017

borradores



"...no puede haber


sino borradores. 


El concepto de 

texto definitivo 

no corresponde 

sino a la religión 

o al cansancio".





Jorge Luis Borges

























Biblioteca Nacional, Buenos Aires, 21/10/2017
Entrega de títulos de Técnico Superior en la Corrección de Textos, 
Instituto Superior de Letras Eduardo Mallea

sábado, 14 de octubre de 2017

El destripador de spoilers


La lengua es una realidad dinámica y la RAE no siempre refleja las tendencias que se viralizan en español. Algunas de las soluciones propuestas para los extranjerismos no funcionaron, porque los hablantes prefirieron otras: “güisqui” no tuvo éxito y seguimos usando whisky, aun cuando no sepamos muy bien cómo escribirlo (ver artículo de J. R. Marcos en El País: “Güisqui no gustó, ¿gustará pirsin?”, https://elpais.com/diario/2011/01/02/sociedad/1293922801_850215.html:// Hoy parecería que hay una mayor flexibilidad y una cierta celeridad: Fundéu considera adecuada la grafía “wasap” y la recomienda frente a “guasap”. “Bluyín” y “yas” fueron intentos de imposición, pero se siguió usando bluejean (aunque “bluyín” sigue estando en el diccionario) y jazz (la ridícula "yas" voló del diccionario en 2001, después de perder por goleada). En fin, no está bueno molestar a los lectores con actitudes fundamentalistas.

Resultado de imagen para campaña rae contra anglicismos
En el artículo citado, del 2011, José Manuel Blecua contaba que pendrive había sido objeto de un largo informe, aunque todavía estaba en cuarentena: “El uso es el que estabiliza una denominación. Por mucho que la Academia se intente adelantar y llamarlo, por ejemplo, lapicero o memoria USB, si la gente lo llama pendrive...”. El problema es que, por un lado, si los académicos y los terminólogos demoran en proponer cómo adaptar pendrive, aparece la nube, el objeto en cuestión se usa cada vez menos y, por lo tanto, la palabra para designarlo va perdiendo frecuencia de uso en la lengua. Pero por otro lado, el éxito de una u otra opción de naturalización se puede medir solo con el tiempo y con el uso.

A veces tenemos la suerte de encontrar una opción más castiza para no estar enchufando anglicismos a troche y moche, entonces nuestra manera de hablar resulta menos esnob (¡Perdón! Estoy usando una palabra de origen latín que entró a nuestra lengua a través del inglés en el siglo diecinueve...). Pero, en general, el principio de economía de la lengua es imbatible y para el español es difícil competir con la brevedad del inglés. ¿Cuántas sílabas tiene pendrive y cuántas lapicero o memoria USB? ¿Y libro electrónico frente a ebook

El 30 de agosto de 2017 Fundéu publicó un artículo (http://www.fundeu.es/recomendacion/destripe-en-vez-de-spoiler/) en el que dice que es mejor “destripe” que spoiler, aunque “destripe” sería la revelación de una parte de la trama que arruina la narración y “spoiler” sería el arruinador. Más allá de que quienes vivimos fuera de la península ibérica podemos entender que el chauvinismo hispanocéntrico es un poco inevitable, resulta difícil compartir que la elección de “destripe” sea mejor, entre otras cosas porque dudo de que fuera de España alguien entienda ese término con ese significado. En todo caso, tal vez se empiece a escribir “espoiler” y dentro de un tiempo se verá cuántos likes tiene esa grafía frente a spoiler.

https://youtu.be/jvnOS6KWEhc


sábado, 7 de octubre de 2017

¿Expertos o aprendices?

Un escritor experto busca, organiza y desarrolla ideas, evalúa y revisa, sabe adaptarse a diferentes contextos situacionales y tiene conciencia del lector. El aprendiz, en cambio,  rellena páginas con palabras, sin releer ni revisar nada. Eso es más o menos lo que cuenta Cassany en La cocina de la escritura que surge de algunas investigaciones realizadas en los años setenta.

Esa parte de la humanidad a la que pertenecemos (yo, que estoy escribiendo y vos que me estás leyendo), cree que desde la infancia sabe leer y escribir. Bueno, no es tan así… Si bien es cierto que sabemos descifrar un código, y lo usamos para comunicar por escrito con otras personas que lo comparten (los hispanohablantes, la maravillosa lengua española), no quiere decir que sepamos leer y escribir bien.

La escritura no es un proceso ordenado. Tenemos la suerte de contar con los procesadores de texto, que nos permiten borrar, insertar y organizar a medida que  escribimos o plasmamos en letras nuestras ideas. Vamos para adelante y para atrás, releemos,  cambiamos, tratamos de ponernos en los zapatos (o más bien en los ojos) del lector. Cuando terminamos de escribir llega la última etapa del proceso: la revisión y la corrección, que hacen la diferencia entre un texto legible y uno ilegible, entre uno comprensible, claro, agradable, y otro retorcido, oscuro, difícil y desagradable.

Sin embargo, parecería que perdemos tiempo si nos ocupamos de la relectura y la autocorrección, que debemos publicar o enviar enseguida (redes, celular, e-mail) lo que escribimos. La posibilidad de comunicación inmediata nos acelera. Pero ¿cuál es el apuro en realidad? A lo mejor deberíamos detenernos cada tanto y respirar un poco. Con nuestro texto adelante, leer de manera consciente y reflexiva, teniendo a nuestros hipotéticos lectores en la mira y tratando de colaborar con ellos. No seríamos expertos todavía, pero empezaríamos a salir de la categoría de aprendices.