El 21 de abril de 2021, di el
webinar "Debates actuales en torno
a la lengua española" por Zoom, desde la plataforma de la Universidad
de Bolonia (representación en la Argentina). Lo bauticé un webinar-spritz, aunque la mía no es una receta demasiado
ortodoxa.
El spritz es un trago que está bastante de moda en Buenos Aires, si bien no está tan instalado como el fernet con coca. Cuando un trago se pone de moda es porque una nueva combinación de ingredientes gusta y se difunde.
En la lengua pasa algo
parecido: todo va cambiando y siempre surgen cosas nuevas a partir de lo que ya
existía; hay modas pasajeras y hay cambios vienen para quedarse. Algunos
intentos de cambio no funcionan, no gustan (como cuando la RAE trató de imponer
las grafías “cederrón”, “bluyín” o “yas”), otros fenómenos lingüísticos se van
expandiendo a través de los siglos (como el voseo en tantas partes de América).
Voseo generalizado de forma oral
y escrita
Voseo oral generalizado
Voseo coexistente con el tuteo o
voseo regional desprestigiado
Primer ingrediente: lenguaje
claro
En esta entrada del blog voy a hablar
del primer ingrediente de mi spritz lingüístico: el lenguaje claro.
En las próximas entradas voy a ir agregando los otros ingredientes: se va a tratar de una serie de entradas cortas, de lectura rápida.
La definición de lenguaje claro que da
PLAIN, la asociación internacional de lenguaje claro, es la siguiente:
De acuerdo con esta definición, para que un texto sea considerado claro, el público que lo lee tiene que poder encontrar fácilmente la información que está buscando, entenderla y usarla.
¿Cuándo decimos que un texto
es claro?
Para que un texto sea considerado claro debería ser
- adecuado al contexto y al público,
- conciso (- es +),
- preciso (ni vago ni ambiguo),
- correcto (sin HERRORES),
- eficaz,
- organizado gráficamente,
- sin neologismos ni extranjerismos (o con pocos),
- sin jerga, tecnolectos ni siglas (o con pocas, las más conocidas),
- coherente y uniforme.
Con respecto a la concisión, se calcula que un texto administrativo no debería tener más de 10 o 15 palabras por oración y que debería tener entre 3 y 8 líneas por párrafo (más o menos, porque no se trata de una ciencia exacta). De más está decir que en un texto claro no debería haber zaraza, chamullo o blablá inútil.
En cuanto a los recursos
gráficos, un texto claro con frecuencia juega con distintas fuentes, tamaños y
tipos de resaltados como negrita, cursiva, mayúsculas, (con ciertos criterios,
tampoco se trata de un carnaval), viñetas, títulos y subtítulos, etc.
En relación con los extranjerismos, hace algunos años la RAE hizo una divertida campaña contra anglicismos en español. Se promocionaron dos productos: un perfume que se llamaba “Swine” y unos anteojos de sol cuyo nombre comercial era “Sunset Style with Blind Effect”. Imaginen la reacción de la gente cuando recibió el paquetito con el perfume con olor a cerdo o los anteojos negros, pero supernegros, que no dejaban ver nada.
Sin embargo, todas las lenguas se forman y crecen con préstamos de otras, así que tampoco hay que demonizar a los extranjerismos, porque ninguna lengua es pura, por suerte.
Con frecuencia padecemos textos
poco claros o directamente oscuros, sobre todo en lenguaje jurídico y
administrativo. Lo contrario de oscuro es claro y yo nunca escuché a nadie quejarse porque un texto fuera
demasiado claro… Martín Böhmer es superclaro
para explicarlo en este video de un par de minutos: Martín Böhmer lenguaje jurídico claro
Según una encuesta encargada
por el Defensor del Pueblo en España, en 2017, el 43% de la población dijo no
entender el lenguaje administrativo. Casi la mitad de la población: ¡un
montón!
Lenguaje claro y lectura fácil
No hay que confundir lenguaje claro con lectura fácil. El lenguaje
claro apunta a toda la población lectora, no está pensado para un grupo de
personas en particular que tenga dificultades de comprensión de algún tipo.
La lectura fácil apunta a algunos grupos que, por
algún motivo, tiene alguna dificultad para comprender; a veces es necesario
adaptar textos para que sean comprendidos de manera más fácil por esos sectores de la población. El objetivo es el mismo, pero el lenguaje claro es más
amplio; no se trata de simplificar o de adaptar, sino de usar recursos normales
de la lengua y del diseño para que quien lee entienda fácilmente lo que está
leyendo.
A través del tiempo y del
espacio
Parece que en Gran Bretaña el tema de la comunicación clara ya había preocupado bastante a Churchill durante la Segunda Guerra Mundial. En los EE. UU., Carter, Clinton y Obama intentaron que la administración pública se comunicara en un lenguaje tan claro y simple como fuera posible. No sé qué tanto éxito tuvieron.
El tema es tan importante que en muchos países hace tiempo que se intenta mejorar el lenguaje en el que la administración pública se comunica con su ciudadanía. En esta corriente podemos inscribir las versiones más recientes de las constituciones de varios países, que están redactadas en lenguaje claro. En Sudáfrica, por ejemplo, la Constitución de 1996 está redactada en lenguaje claro y fue traducida a 11 idiomas que se hablan en ese país. Otra de las ventajas del lenguaje claro es que facilita la traducción.
En Suecia el tema de la claridad en las comunicaciones es tan esencial
que ningún documento gubernamental puede publicarse si no tiene el OK de un
grupo de expertos en lenguaje claro.
En la Argentina existe la Red de Lenguaje Claro, que integro individualmente y también a través de PLECA, la joven y dinámica asociación que nuclea a las correctoras (que me disculpen mis poquííísimos colegas correctores plequenses por este uso infrecuente del femenino genérico) y de la cual integro la Comisión Directiva desde mayo de 2021.
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No solo los gobiernos y
las instituciones se vienen ocupando seriamente de lenguaje claro, también las
empresas y los bancos hace tiempo que están invirtiendo recursos en este tema.
Algunos bancos, por ejemplo, invierten en comunicación porque quieren mejorar esa imagen
negativa de la “letra chica”, mostrando que asumen una mayor responsabilidad en
cuidar los intereses de su clientela al brindarle información más clara.
Lenguaje claro y pandemia
En 2020, con la pandemia, la necesidad de que nos hablen claro se volvió más imperiosa y urgente que nunca, si bien siempre tenemos derecho a recibir información clara, no solo en situaciones excepcionales. Como usuaria, ciudadana, clienta y consumidora tengo derecho a que me hablen claro, y tengo que exigirlo, porque a veces parece que invertir en buena comunicación es accesorio, pero no lo es. Si no me hablan claro, están lesionando mi derecho a entender.
En la próxima entrada del
blog voy a hablar del segundo
ingrediente de mi spritz: el lenguaje
no discriminatorio. En realidad hice un poco de trampa: en el flyer de la
charla puse a propósito #lenguajeinclusivo, porque es un
tema todavía bastante polémico y a mucha gente se le pone la piel de gallina apenas se menciona, pero en realidad el segundo ingrediente es más amplio que el lenguaje inclusivo, se trata de lenguaje no discriminatorio. Por ahora la dejo ahí, picando, para generar un poco de
suspenso: chan-chan-chan-chán.
¡Hasta la próxima entrada del blog! 😉 Gracias por leerme.😃Si quieren, pueden dejar algún comentario, que responderé con gusto, y también pueden compartir libremente el contenido. 🌻