jueves, 5 de diciembre de 2019

El arbolito de Navidad en el sur podría ser un jacarandá o un ceibo

Plaza Chile, Buenos Aires, foto propia LM



En esta época del año, día más día menos, llega la alegría de la floración de estos fantásticos árboles sudamericanos a calles, plazas y parques de Buenos Aires y a muchos otros lugares del cono sur. La magia se renueva todos los años. Tengo que confesar que, cuando se demora un poco, empiezo a inquietarme. Pero el reloj de la naturaleza no falla. Los jacarandás se imponen e impactan con fuerza en el árido cemento de la ciudad, lo golpean y a la vez lo visten, lo perfuman y lo ensucian de lila, o violeta, o celeste, o “azul violáceo”, como dicen los expertos. No hay dos lentes que vean estas flores del mismo color.

La palabra “jacarandá” es de origen guaraní y, en la tierra donde se originó el árbol, es un sustantivo masculino. En el español actual el plural es “jacarandás”, como el de todas las palabras que terminan en á tónica: papás, sofás, etc. 

En el DPD (Diccionario Panhispánico de Dudas) se lee:

jacarandá o jacaranda. ‘Árbol americano de flores tubulares de color violáceo’. La forma aguda [jakarandá], cuyo plural es jacarandás ( plural1b), se usa como masculina: «Contemplaba los jacarandás desde las ventanas» (Martínez Evita [Arg. 1995]). La variante llana [jakaránda], propia de México y algunos países del área centroamericana, es femenina: «Las jacarandas comenzaban a teñirse de color violeta» (Chao Altos [Méx. 1991]).

Lo curioso es que, en sus viajes por el mundo, esta palabra pasó de aguda a grave y de masculina a femenina, así que en otros países (México y España entre ellos) se habla de “las jacarandas”.

¿Qué tal una pausita en la lectura con esta creación de Jósean Log?





Jacaranda Jósean Log

La artista argentina Marcela Mouján vistió la estación San Martín de la línea C del subte de Buenos Aires con un mural de mosaico veneciano con motivo de árboles autóctonos:


En Montevideo los jacarandás tiñen la ciudad, pero de manera más discreta y austera, acorde con la idiosincrasia de los locales.

Calle Juan Paullier, Montevideo. Foto propia LM


Claro que en primavera no solo explotan los jacarandás, sino también los lapachos y tantas otras especies botánicas. La variedad de colores y su contraste es lo que más hace suspirar; como suele decirse: "en la variedad está el gusto". Ahí tenemos entonces al rojo ceibo, flor nacional tanto en Argentina como en Uruguay.

Ceibo en el Parque Rodó, Montevideo. Foto propia LM

La flor del ceibo, o seibo, cuyo nombre botánico es Erychrina crista-galli por su aspecto de cresta de gallo, es hermafrodita, y se la considera una flor perfecta, con sus cuatro ciclos florales: cáliz, corola, androceo y gineceo.
Tanto ceibo como jacarandá son palabras de origen guaraní. Con la llegada de la primavera este pueblo celebra el Ara Puahu, inicio de un nuevo ciclo o nuevo año. Los Opygua, guías espirituales de las comunidades guaraníes, reparten bendiciones para niñas y niños, mujeres y hombres, para el monte y sus animales, para las plantaciones y para la salud.

Acá dejo un link a un video de la canción “Anahí”, del correntino Osvaldo Sosa Cordero, con el texto de la leyenda de la flor del ceibo:


En 2007, el gobierno de Tabaré Vázquez (presidente de Uruguay desde 2005 hasta 2010 y desde 2015 hasta 2020) creó un plan educacional pionero en el mundo, el Plan Ceibal, que proporcionó una computadora portátil a cada niño en edad escolar y a cada maestro de la escuela pública. La sigla “Ceibal” es un retroacrónimo que significa Conectividad Educativa de Informática Básica para el Aprendizaje en Línea. Los retroacrónimos se construyen tomando una palabra y creando una nueva secuencia con las iniciales de la palabra. Por ejemplo, la prueba de Apgar, que se hace para evaluar la vitalidad de los bebés recién nacidos, lleva originalmente el nombre de su creadora Virginia Apgar. Diez años después de la publicación de esa prueba se acuñó el retroacrónimo APGAR: Apariencia, Pulso, Gesticulación, Actividad y Respiración. En el caso del Plan Ceibal, el propio Tabaré Vázquez confesó que hubo que hacer malabarismos para encontrar la manera de que la palabra “ceibal” se transformara en una sigla.

El ceibo blanco es una variedad silvestre encontrada en el Uruguay en 1961. ¿Tendrá que ver esto con que Uruguay sea una “mosca blanca”? En esta América del Sur tan convulsionada en 2019, Uruguay celebró dos instancias electorales en paz: 


Se me ocurre dejar este breve periplo lingüístico-botánico con un poema de una gran poeta uruguaya: Juana de Ibarbourou, o Juana de América, nacida en Melo, en 1892. Este año se cumplen 100 años de su primer libro de poesías, Las lenguas de diamante

Para Juana la flor del jacarandá es azul, como el sueño.

QUIETUD

Calle sombreada de sauces
Y azul de Jacarandá.
Todos los ruidos del mundo
En ella se dormirán.

Y el sueño será azul como
La flor de Jacarandá.

¡Quién te diera, alma cansada
Y herida por el temor,
Todo un día de silencio
En esta calleja en flor!

(La rosa de los vientos, 1930)

¡Feliz Ara Puahu!