La celebración del mes de la traducción esta vez será sin juntadas físicas entre colegas, en medio de esta situación tan surrealista a la que ya nos hemos ido acostumbrando, más o menos.
Es el mes de la traducción porque
el 30 de setiembre —como decimos en Uruguay, o septiembre, como se llama este
mes en otras áreas hispanohablantes— se conmemora el día de quienes nos
dedicamos a esta fantástica actividad. No voy a hacer el cuento de San Gerónimo y blabla porque no viene al caso.
Para celebrar la traducción, en este
año tan atípico, se me ocurrió resaltar esas antenitas paradas que tenemos las traductoras (sorry, men: somos mayoría, así que uso el femenino genérico) para detectar cambios y alteraciones en las lenguas, esos oídos 👂aguzados
para captar inflexiones y matices,
ese olfato 👃 fino para percibir intenciones
y connotaciones, y ese tacto sutil que desarrollamos para tratar a las lenguas con respeto y amor 💛.
Como observadora de los vericuetos de las lenguas (obse, o nerd, bah) últimamente noté algunos rasgos de sexismo en las lenguas que habito y me habitan, por lo tanto, en los hábitos de pensamiento de las personas que las hablamos. Porque atrás de las palabras hay maneras de pensar que ni nos damos cuenta que tenemos.
Y aquí va la anécdota de algo que
me pasó este año en una clase de español para extranjeres.
Cuando todavía había clases
presenciales, poco antes de la pandemia, les propuse a mis estudiantes universitaries italianes un conocido juego. Tenían que elegir un personaje real o de
ficción, de cualquier género y época, y escribirlo en un papelito. Recogí los papelitos, los mezclé y le entregué uno a cada estudiante, que se lo
tenía que pegar en la frente sin mirar lo que estaba escrito, de manera tal que solo los demás pudieran leerlo. Cada estudiante tenía que tratar de adivinar su
propio personaje haciendo preguntas hasta que le respondieran “no”; en ese
momento quien estaba a su lado empezaba su turno de preguntas.
El grupo era mixto y parejo, mitad
chicas y mitad chicos, pero los personajes elegidos fueron todos de género
masculino, salvo Bob Esponja, que no se sabe bien a qué género pertenece (o por
lo menos hay interpretaciones acerca de la indefinición genérica del personaje
en términos binarios).
Habían elegido los siguientes
personajes: el Papa Francisco, un par de políticos italianos: Luigi Di Maio y Silvio
Berlusconi, Bob Esponja, King Kong, un profesor de les estudiantes durante ese
semestre, Maradona y Cristiano Ronaldo.
Cuando me di cuenta de que los personajes que habían elegido eran hombres ♂ (+ Bob Esponja), me quedé
pensando 🤔.
Hacía poco, en mis vacaciones de
verano, había jugado con mi hija y unos amigos a ese juego. Recordé que yo había
tratado de elegir personajes femeninos, pero me había
costado bastante, sobre todo si, además, quería seleccionar una mujer del pasado, que no fuera de Europa o Estados
Unidos, digamos sudamericana. Si elegía a una poeta, por ejemplo, seguramente no sería tan
famosa fuera de las fronteras y tal vez (y solo tal vez) fuera conocida en su propio país por alguna calle con su nombre. Con pintoras, médicas o maestras pasaría lo mismo. ¿Nunca les pasó?
En nuestros jóvenes países
sudamericanos hay calles y plazas con nombres de un montón de militares, presidentes o ministros, poquísimos científicos, y menos docentes, aunque sean
hombres. Ahí se agrega otro factor al combo: la profesión.
Cuando hacía poco que vivía en
Buenos Aires, un día me tomé un subte que pasó por una estación que se llamaba
“Mtro. Carranza”. Ingenuamente pensé con un poco de envidia uruguaya: “¡Qué
evolucionados y progresistas los argentinos! Reconocen la labor de un maestro dándole
su nombre a una estación de subte”. Estaba equivocada, “mtro.” es la abreviatura
de “ministro” y no de “maestro” (¡gran decepción!). Es más, dudo que haya alguna estación que
lleve el nombre de un maestro y mucho menos de una maestra.
Si agregamos otro filtro, como
el color de piel oscuro, no hay que molestarse en buscar personajes históricos famosos,
tampoco ahora hay tantos que ocupen cargos de poder en cualquier
ámbito: CEO de empresa importante, ministro, director de medio de prensa, etc. Ni
que hablar de la combinación mujer y color-de-piel-oscuro. La combinación de
varios de esos filtros, como género, proveniencia, profesión y color de piel, es un cóctel que no falla.
En mi casa circulaba un chiste. Si había un personaje de ficción desgraciado y perseguido por ser negro, por ejemplo, u homosexual, se decía “lo único que le faltaba era ser judío y comunista”. Si sabemos leer con atención, las toponimias y los chistes dicen mucho más de lo que creemos sobre nuestras sociedades.
Pero las sociedades, como las personas y las lenguas, están cambiando todo
el tiempo. Y quienes trabajamos con las lenguas tenemos que prestar
atención a esos cambios permanentes (¡qué oxímoron maravilloso!).
Hace unos diez años, cuando vivía
en Italia, me eligieron concejal en las elecciones municipales y el intendente
me nombró algo así como “directora del departamento escolar”. Quienes asumíamos
los nuevos cargos teníamos que hacernos las tarjetitas personales y cuando me
pidieron que escribiera mi nombre y el texto que iría debajo, yo puse
“assessore alla scuola”, era lo que me parecía haber visto y escuchado, aunque ese cargo lo ocupara una mujer. Claro que dudé, ¿será “assessore” o “assessora”? Pregunté a algunos nativos italianos y confirmé “assessore”. Esa decisión fue el resultado
de mi complejo de inferioridad por ser
mujer-inmigrante-extracomunitaria-del-tercer-mundo-etc. Hoy no habría dudado en
poner “assessora”.
Con relación a este tema, una alumna hace poco me mandó este link a una charla TED de la lingüista Vera Gheno: Il potere delle parole giuste (dura unos 16 minutos).
Después de eso, una amiga que tiene un club de lectura me preguntó si no tenía cuentos en español de escritoras o escritores de países y lenguas distantes, “qué se yo, iraníes…”, me dijo. Le contesté: “No sabe cuánto lamento no poder darle indicaciones de cuentos del universo que hay más allá de la hegemonía, porque justamente por eso, por estar en las periferias del eje, no se conocen (o por lo menos yo no los conozco). Lamento defraudarla: es mucho más lo que desconozco y me gustaría conocer que lo que conozco porque es lo que encuentro en la vuelta."
Es que con frecuencia solo vemos lo que está en el centro, no lo que está en el margen; a menudo les negres, les indies, les que provienen de otros países marginales como el nuestro y no de EE. UU. o Europa, las mujeres, etc., son invisibles y también son invisibilizades por nuestra lengua y nuestros hábitos de pensamiento colonizados.
Por eso hoy y siempre celebro la traducción.
Auguro mucha más traducción, de muchas más lenguas y no solo de las
hegemónicas. Celebro cada día mi actividad profesional en la dirección del respeto y la valoración de todas las diversidades. Y agradezco la enorme fortuna de haber podido entrar en otros mundos a través de otras lenguas.
¡Feliz día! ¡Feliz mes! ¡Feliz
fiesta de la traducción! 🍷🎉🌈